Nélida Arp : Un viaje nocturno a partir de las 0:30 hs
(comenta Irene Marks)
En este libro la autora se abre hacia otras dimensiones, quiebra límites, nos recuerda que más allá del tiempo y el espacio aparentemente reales existen otro tiempo-espacio en el universo infinito. Su estilo despojado y de gran lirismo, nombra con claridad el camino a trazar y los ya transitados para llevarnos de nuevo al punto de partida.
Como parte del cosmos, la voz hurga con la lucidez de una iniciada en la persistencia de lo kármico, el camino del sufrimiento cuya existencia explica diciendo: “aun no he saldado mi deuda”.
En la noche sucederá ese extrañamiento que la conducirá a decir : “en metales extraños acuño monedas”.
El tiempo kármico de la espera “de siglo en siglo” se hace notar ante el dolor y la falta de respuestas. Esta actividad halla eco en la cita muy apropiada de Marcos Silber que da inicio al libro: “y entró y salió de los días”.
En este 0.30 hs el yo lírico viaja por los tiempos en que la magia era moneda corriente (“Escucharé las antiguas historias del Búho Blanco del Invierno”) y lo mítico se consideraba natural (“el Pájaro Azul que anida en ramas de oro”).
Para eso, se alejará de todo reflejo de la aparente realidad (“taparé los espejos”) ya que busca ahondar en otra zona para perder el “yo” y entrar en nuevas dimensiones.
Ya embarcada en su travesía, nos dirá que “la noche descubrirá sus habitaciones de esplendor y tragedia”. Por eso, en un espacio tiempo diferentes, a medida que la noche avanza, entrará en otra zona con imágenes simbólicas de lo siniestro y a la vez inocente: “muñecas de porcelana (en retirada) bordan camisas de seda” . El lujo, la nostalgia y la opresión rondan a esas muñecas en el espacio nocturno visitado.
Pero este viaje se vuelve ilimitado y se torna metafísico. Ya no es el espejo sino la “Luna de agua” que “se desploma”, o sea que desaparece para dar lugar a otra realidad. Hay un extrañamiento total del visionario: “avanza la carroza roja, con su carga de esferas celestes”, donde lo onírico toma posesión de la palabra, porque cobra también gran fuerza en la vida de la poeta, que percibe la totalidad “atravesando mundos desconocidos” y enumera, busca, advierte sobre los “ríos detenidos en sus cauces” que sin embargo, constatará desesperanzada, no proporcionan lo deseado, el fin de la rueda kármica: “sin bancos de arena para detener el tiempo”.
Las imágenes visuales de gran riqueza son sin embargo seguidas por la ausencia de sonido, un “silencio” que se torna corpóreo, es la negación del todo, es “solo de ausencia”. Hay un dolor total, que la conduce a preferir las otras dimensiones porque: “No quiero que se repita la mañana”. No desea perder “el camino de piedras preciosas”, esa visualidad maravillosa que puebla este libro. Anhela vivir en lugares que ya no son, con gente que ya no es, vencer a la muerte: “Que las jarras ya no viertan cenizas”.
En la segunda parte, el dolor es abierto y el viaje se intensifica cuando “La lluvia espesa, oscura, cae en la ciudad desconocida y vacía”. A la ausencia de sonidos y la oscuridad sigue la magia del descubrimiento: “Incrédulos, los rubíes flotan en el río”.
No hay más que un lúgubre futuro en el día, porque “la madrugada es un planeta arrasado”. Habrá en esa madrugada “un eco, una voz”. Sin embargo, será en la noche donde descubrirá la esperanza porque ”Un camino, sin árboles y sin luna, (…)cruza el mundo”. Los paisajes no son sonoros pero sí coloridos, “pájaros sorprendentes, rojos, amarillos, blancos, abren túneles en el aire espeso”. Ese aire espeso es la fuerza de lo onírico en la que el yo lírico se pierde y se abandona. Abre sus túneles porque el dolor la lleva, sus pájaros son “ciegos”, o sea que la búsqueda será dificilísima, heroica. Hay una luz pesadillesca de fuegos y caminos rojos, donde la falta de sonido convierte la escena en una zona fantasmal: “Avanzan hacia las hogueras callados pastores”.
Hay tanta sombra, tanto dolor en este libro, tanta búsqueda total como de quien todo lo ha perdido, que nos alegramos de pronto cuando “De pronto, un arco iris cruza la filigrana del agua”. El sacrificio no ha sido en vano: “Una puerta se abre en la noche”. La voz que nos cuenta esta aventura confiesa que “Hoy (¿solo hoy?) me alejo del mundo”, y nos señala que “buscaré otro Mundo”, porque el sonido de este mundo “no es canto”.
Desgarramiento sin fin es la vida, cuando la lucidez y la sensibilidad nos condenan a ver y a sentir con fuerza:”A veces, la sangre es una fina aguja en el corazón.” Porque el sentimiento, la pérdida, no pueden ser obviados eternamente: “A veces, el corazón es toda la sangre y el Universo con sus espejos de plata y el tiempo sin fin”. Este último poema nos hace recordar al sentimiento vertido por un maravilloso poeta, Miguel Hernández, cuando nos dice “Me sobra el corazón”.
La poeta reconoce su condena kármica: “Uncida a mi noria de platino, sin horas(…) ando y desando el círculo donde brillan los diamantes negros”. Los símbolos del rojo, el negro, el brillo de lo nocturno y lunar, nos acompañan y muestran cómo la voz custodia lo amado, lo ya muerto, porque nada más hermoso habrá de hallar y lo sabe. El sol, “en un horizonte en llamas” no podrá reemplazar ese brillo adorado de lo perdido.
Hay terribles presagios que el yo lírico valientemente mira con los ojos visionarios bien abiertos: “Cruza la Luna negra por la noche harapienta”. El dolor todo lo invade, hasta las visiones: “la ceniza alcanza el sol y borra una palabra”. Este último verso es desolador, porque conlleva una muerte junto con la palabra, esa palabra que es señal de vida.
En la tercera y última parte hay una cita de una Cantaora andaluza, que vierte su lamento diciendo: “se me caen las lágrimas”.
La tercera parte del libro será a su vez la más metafísica y la más conectada con este Mundo:”Delante de mí, la sombra de un lobo”. Como quien abraza su terror, le pone nombres. Así será, porque, a mi entender, ya no solo se busca con el sentimiento, con lo onírico, sino con la mente. Hay una entrada de la razón que nos desconcierta porque torna lo onírico aun más tangible. “En el camino, en la noche, sorprende un bar azul”. Ese bar azul será todo un símbolo donde se cruzan las coordenadas y pareciera que lo real y lo onírico conversan (“Allí están olvidadas las cosas del Mundo”) y se logra un nuevo nivel de conocimiento: “Sobre cristales, en silencio, rueda el sonido del Cosmos”.
El yo lírico buscará superar lo mediato, lo demasiado cercano y prosaico porque en la desaparición está la amplitud, lo abarcativo del conocimiento:“Quiero borrar mi nombre del desierto”. Su ruego netamente espiritual nos dirá sus anhelos con referencia a su nombre, que representa evidentemente a su ser:“Que habite en un pájaro desconocido” y “Que cruce inabarcables bosques de ámbar”, o sea, busca el vuelo sin límites. Su sueño es “Alcanzar el Universo y todos sus Reinos” y aun más: “Alcanzar el sueño que se oculta más allá de todos sus Reinos”. Lo inefable y oculto, lo más esquivo será la meta de su búsqueda.
Del sufrimiento surgen las actividades donde el dolor se torna belleza: “Recolecto estrellas negras en una cesta de oro”. La búsqueda con los ojos bien abiertos no evita los malos presagios, al contrario, los persigue: “espejos partidos anticipan que la luz huye”, porque esos espejos rotos, conducen a “la noche brillante que guardás en tu corazón”. Por eso la misma pena será el camino “Espejito, espejito, quiero entrar en tu mundo”.
Con el amanecer llegará la lucha, la contraposición de realidades:” se combate por decir y no decir”. Pero se advierte, que hay “negros pozos donde arde la memoria” y lo maravilloso se da “Cuando es posible pactar con un sueño, para que regrese cada madrugada”.
La palabra se convertirá en el diamante que el yo lírico guarda en la garganta, que se tornará, ya negro, ya rojo, ya azul, ya negro. El brillo de lo oscuro nos garantiza su permanencia, y además su resistencia, porque ¿puede haber un material más resistente que un diamante? La voz resiste y vence, y su victoria mostrará su trofeo: “El silencio en una caja de oro, salvado”.
La fuerza y el viaje de este libro, nacido del dolor y de la conciencia de una realidad hostil, lleva a la poeta a ahondar en dimensiones donde la palabra “cósmico “ es también la ruta hacia lo oculto, y lo onírico se torna realidad palpable .