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9 julio 2018 1 09 /07 /julio /2018 16:00

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SOLEDAD DE LAS PARTITURAS

Desde el título Soledad de las Partituras la autora nos remite a la Música (con mayúsculas) pero no solo a la música en sí, sino a su representación material: las partituras. Las partituras están “solas” (¿por qué? ¿nadie las interpreta?¿quienes las interpretaron ya no están?) Las partituras han quedado como mudos testigos de los hechos pasados y nos conmueven, porque cada músico ejecutará su música en forma única e irrepetible.

Esta misma nostalgia, este lamento, esta memoria se aplican al amor con mayúsculas y minúsculas. Al  Amor con mayúsculas solo se lo ha vislumbrado pero aún no puede nombrárselo y se habla de su música como una sombra. Hasta el dolor mismo del amor perdido puede o no olvidarse, y ese olvido se vive como una traición a sí misma. Por eso con Bertold Brecht, se pregunta: “Donde están las lágrimas de anoche”

En el poema Soledad de las Partituras que da título al libro, sugiere “sueñas que te mueres en la más absoluta soledad” y sin embargo, intenta retener su voz, que permanece “en mi violín Silencio, que revive tocando místicas partituras”. Allí mágicamente sobrevive su voz.

En Sótanos Abolidos, dedicado a su madre, comienza diciendo “Qué desdichados somos cuando amamos” y finaliza con ese “Qué desdichados somos si no amamos”. Allí plantea claramente el dolor  de la mujer que calla: “Tantas veces se abolieron los sótanos del Cielo, Mamá”  y habla del padecer femenino íntimo y a la vez universal  como “un tejido larguísimo de años y Penélopes”, de vidas acorraladas. En este poema cita al poeta Ignacio Beola, a quien llora, el que certeramente dijo “Qué puede hacer el Sol con la tristeza de los hombres?”

Me resulta particularmente conmovedor el poema dedicado a Eduardo Birabén, fallecido en España, querido poeta del grupo el Cañón Oxidado, hombre auténtico de muerte absurda (atropellado cuando andaba en bicicleta) En este poema dice “Qué taciturno mar en lo profundo”, cuando refiere que desde los abismos del dolor y a causa de ellos “con urgencia has alzado tu tienda en el Desierto donde todo sucede”.”La Rosa”, así con mayúsculas, es la vida, la belleza, lo fugitivo e inasible, eso que cuando “ocurre en los ojos del día” justifica toda una vida. Esa Rosa será lo que busca  el poeta.

La Poesía, por otro lado, será ese “diamante oscuro en la sombra del día”, cuando “el poema nacido en la curva del espanto pero fiel a sí mismo nos pone entre los labios una corola azul”. Esa secreta voz que busca aún en las circunstancias más terribles, que lanza su “Aullido”, que se conmueve por el “lobo vulnerable”, porque el “dolor crece igual, aquí o en Tokio”, será la voz que no calle su protesta sufriente.

Esa voz por eso abogará por los derechos de los inmigrantes clandestinos, marginados,  como loa africanos, pero podría hablarse de muchos más también en nuestra América, de los que “saltamos a los días también innumerables por los agujeros migratorios de un mar perturbado y célibe, navegando cayucos y tan solos”. La indefensión, la discriminación y siempre la soledad.

Hay mucha soledad en este libro, mucho amor por los abandonados, los marginales, los lobos vulnerables, y el Equilibrista (con mayúscula) es quien busca y “podría hallar cobijo”.

También se advierte, con gran humildad, “en un rinconcito del balcón diminuto”, un deseo místico, “a escondidas de mi carcelero”. Ese deseo místico de completarse, se expresa sublimemente en estas palabras, donde se unen los amores que se han vivido y el amor al absoluto: “vos solo esperáme, que ya voy llegandito, para hablar contigo y abrazarnos”

 

Irene Marks

(presentación del libro Soledad de las Partituras realizada en abril de 2018 en el Encuentro Nacional de Escritores “La Luna con Gatillo”, en Sauce Grande, Provincia de Buenos Aires)

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