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13 marzo 2011 7 13 /03 /marzo /2011 20:44

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                 Gotángel,  Los Robinsones, 1a. ed.- Buenos Aires: El Alba Editores 2010

                                  Diseño de tapa: Efraín Guerra

 

 

 

  

Gotángel: arrabal que nunca muere

 

En esta novela la leyenda, la historia, el sentimiento y el espíritu del barrio de Barracas convergen en un argumento que recorre épocas, marca la desaparición geográfica de lugares emblemáticos y homenajea al nombrarlas a pizzerías, cervecerías y también a personajes de época (escritores, cantantes de tango). Traza, asimismo, un cuadro de época, marcando con precisión las emociones que se trenzan en el alma popular, la bohemia de los años sesenta, el machismo imperante en la sociedad y la existencia de seres que permanecen al margen de lo establecido y que, por su mismo desapego, vagabundeo o desventura pasan a constituir el alma del barrio. También están presentes la nobleza de los habitantes, su solidaridad para con el indefenso, el saber que no faltará una porción de pizza para la renguita aunque no pueda pagarla.

 

Es éste un libro donde la intensísima ternura nos convoca a sentir, a experimentar las sensaciones expresadas por los personajes: la fragilidad de Carlota, la inteligencia de Nelly, la veta aventurera del Almirante, las canalladas del Tente, los prejuicios de doña Asunta y el poeta Marco, garabateador de tangos. Este último personaje constituye el otro yo del autor, ese autor que interviene en varios pasajes para hacer comentarios que demuestran cuán empapado está de la realidad de Barracas y hasta qué punto está inmerso en ese sentir. A la vez también experimentamos el conflicto del desarraigo, tan afincado en muchos argentinos que deben abandonar su tierra, por boca de Remigio.

 

La ternura nos envuelve en un misticismo legendario, como el que une la imagen de Santa Felicitas con la renguita, o la imagen del “fantasmito” que, y no podía ser de otra manera, no es otro que el fantasma de Eduardo Arolas, que sobrevuela las calles tocando el acordeón, y que otorga a quien lo ve la identificación con el barrio de Barracas. O tal vez pueda interpretarse al revés, quien lo ve es sólo aquel o aquella que se ha identificado con el barrio. Como Carlota, cuyo destino desventurado ella relaciona inconscientemente con el de Felicitas, la que murió por amor, y que pasa a ser, junto con la renguita, la figura emblemática del barrio para muchos.

 

En cuanto al narrador, éste varía, a veces es un narrador focalizado en el interior de un personaje, como en el caso de Carlota, la carta de Nelly, o Remigio, y otras veces, hay una entrada del propio autor, y una confesión que guardaremos en suspenso y que conocemos al final del libro Ese autor que dirá:

”No te imaginás como el cantor inclinó la cabeza, alzó la viola y luego de mecerla para que del hueco saliese ese sonido-halo, quedó Barracas toda impregnada y digo impregnada porque Barracas es femenina como vos, Carlo, como Nelly, porque Barracas es mina es madre porque:

Barracas, vos guardás en tus esquinas

aquel viejo Buenos Aires

un tango y una ilusión “

 

El tiempo de la emoción, un misticismo entroncado con las leyendas del lugar, un comienzo y un final cíclicos y la esperanza que permanece a pesar de todas las hondas desgracias que aquejan a los personajes, junto con los hechos típicos protagonizados por guapos, hinchas de fútbol, cantantes, escritores y  vendedores del mercado, todos estos sucesos nos van horadando el alma hasta que quedamos cautivados porque el escritor nos ha sabido transmitir esa honda nostalgia que él mismo experimenta. Doy fe de que los personajes son reales, por ejemplo, el profesor de Latín Mascialino, que fue muy conocido en la época y después también para todos los estudiantes de Letras.

 

Sólo queda decir entonces que el viaje propuesto a través de Gotángel es para quien sepa poner el corazón.

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